No hay duda de que estamos viviendo momentos estresantes y llenos de incertidumbre. Nadie sabe ni cuando ni cómo saldremos de la crisis en la que estamos inmersos. Ante una situación como ésta, es fácil seguir nuestro instinto y pasar los días preocupad@s y estresad@s.
Ahora bien, preocuparnos supone un gasto de energía brutal, no es bueno para nuestra salud y, además, no conduce a nada valioso. Ahora lo fácil sería decirte que como entiendes racionalmente que preocuparte no es lo mejor, ya estás preparad@ para canalizar tu energía en actividades positivas tales como aprender nuevas habilidades.
Nada más lejos de la realidad. Yo solo escribo de lo que me pasa. Por eso, sé de primera mano lo difícil que es luchar contra nuestros impulsos sin un buen manual de actuación.
Lo primero que se debe tener en cuenta es que preocuparse es normal; de hecho, estamos diseñados para ello. Debido al entorno en el que nos desarrollamos como humanos, la supervivencia de nuestros antepasados dependía de una vigilancia constante. Estar todo el día preocupado era una buena manera de evitar ser el aperitivo de un tigre u otro depredador.
El problema reside en que hoy en día nuestro cerebro aún trabaja con los mismos parámetros y no es capaz de diferenciar entre una reunión de trabajo y un bicho extinto que se nos podía comer en un abrir y cerrar de ojos. Por eso, el estrés es tan común en la actualidad.
El circulo vicioso: preocupación, estrés y ansiedad
¿Cuántas veces te ha pasado que una preocupación en tu mente se ha transformado rápidamente en ansiedad física?
La preocupación es la primera estación de una ruta con un pendiente muy inclinado. Si no paras el tren en la primera estación, lo que sucede es que pasas a la segunda (estrés) y, finalmente, a la última (ansiedad – pudiendo incluir elementos físicos como palpitaciones).
Entonces, ¿qué deberíamos hacer para evitar llegar a la última estación? Sencillo: parar antes de entrar en el espiral.
Una lucha dentro de ti
La preocupación se encuentra en la parte primitiva y emocional de tu cerebro. Tu parte primitiva pertenece a tu subconsciente y controla las reacciones de tipo «luchar o huir». Su misión principal es garantizar que sigues viv@. Esta parte primitiva trabaja junto con el cerebro emocional para liberar hormonas como el cortisol o la adrenalina durante momentos de estrés intenso para incrementar tus niveles de energía.
Precisamente por eso, están encargadas de todo aquello relacionado con la preocupación; garantizando que siempre estás alerta, te mantienen preparad@ para luchar o huir del peligro.
Por otra parte, tu cerebro racional trabaja para mantener tu nivel de preocupación bajo control. Está localizado en el neocortex y es responsable de la resolución de problemas.
La clave para evitar perder el día entre dudas y palpitaciones está en utilizar nuestro cerebro racional para detectar cuando estamos entrando en el espiral y tomar el control.
Los 2 pasos para utilizar tu razón contra el estrés
Ser consciente
La primera pregunta que deberías hacerte cuando empiezas a sentirte estresad@ es:
¿De dónde viene esta preocupación?
Una vez hecha, puedes situar el origen en una de las tres categorías siguientes:
Históricas
Reflejan ansiedad por experiencias pasadas. Por ejemplo: pasar de noche por una calle donde experimentaste un robo.
Histéricas
Son preocupaciones sin ningún fundamento. Por ejemplo: miedo a volar o que un tiburón se te coma en medio de una playa sin historial previo.
Útiles
Tienen la raíz en problemas reales y, por tanto, son racionales. Algunos ejemplos podrían ser: examen para entrar en la universidad, una entrevista de trabajo o una presentación importante.
¿Qué puedes hacer con ello?
En primer lugar, la receta para las preocupaciones históricas puede ser desde apoyo emocional de amigos y familiares hasta necesitar de terapia para conseguir minimizar el impacto en la vida diaria.
Por otro lado, el mejor remedio contra las preocupaciones histéricas es poner en contexto tu ansiedad y remitirte a los datos. Ver la probabilidad en formato numérico te ayudará a tener más perspectiva.
Solo quedan las preocupaciones útiles, veamos cómo abordarlas 👇
Actuar
El último paso para gestionar tu ansiedad es pasar a la acción, centrándote en aquellos resultados en los que puedes influir.
Para poner un ejemplo. Piensa en las diferencias entre estar preocupado por un atentado terrorista y una presentación en el trabajo. Mientras que prepararte bien para la presentación está en tus manos, no existe nada que puedas hacer para evitar un atentado terrorista. Es decir, que hay preocupaciones sobre las que puedes actuar y otras en las que no puedes hacer nada.
La clave está en saber identificar sobre cuáles de tus preocupaciones puedes actuar. Una buena manera de hacerlo es hacer una lista y asignar un valor entre 0 y 10 a cada una de las preocupaciones, siendo 0 no tener ninguna posibilidad de impacto y 10 un control total.
Tener un listado claro de las cosas sobre las que puedes influir y las que no te hará sentir mucho más en control. Una vez hecha la lista, solo queda actuar de manera decidida, realista y con convicción en un resultado positivo.
Conclusión
Estamos diseñados para vivir en un estado constante de alerta. Sin embargo, esta situación no solo no es óptima para nuestro contexto actual, sino que perjudica nuestra salud y nos roba energía para hacer cosas productivas. La mejor manera de evitar entrar en la rueda del estrés y la ansiedad es analizar el origen y naturaleza de tus preocupaciones. Una vez categorizadas, puedes empezar a centrarte en aquellas cosas sobre las que tienes control.
Por si quieres leer más:
Por si queréis leer más, os aconsejo encarecidamente los siguientes libros:
Deja una respuesta